Es el otoño de 2014. Lysandra Pérez recién comienza su primer año en la universidad. Es la primera de su familia que tiene esa oportunidad y se ha sentado en la cama de su habitación en la residencia Streit-Perham Hall. Tras emotivas despedidas, sus padres ya conducen de regreso a Moxee, la pequeña ciudad donde viven cerca de Yakima. Sus compañeras de habitación no llegarán hasta dentro de unos días.
Está absolutamente sola. “¿Y ahora qué hago?”, recuerda haberlo pensado en un momento de pánico.
Afortunadamente, el pánico no duró mucho. “Tuve que recordarme que ir a la universidad y estar lejos de mi familia era parte de una oportunidad de hacer abrir mi propio camino”, afirma Pérez.
Y eso fue lo que hizo. Recorrió el campus con una copia de su calendario de cursos, mientras absorbía la abundante luz del sol y se aseguraba de entender exactamente adónde ir el primer día de clases. Sería un momento de gran importancia para toda su familia y deseaba estar lista para ello.
Pérez, perteneciente a la primera generación de su familia en ir a la universidad, sabía que su éxito sería de vital importancia para la familia. Su padre había intentado permanecer en la WSU tras obtener su certificado GED a través del Programa de Equivalencias de Estudios Secundarios, pero las inquietudes financieras le trastornaron los planes. Ella recuerda claramente un momento, transcurrido entre lágrimas, en que su padre la llevó al campus. “Estás viviendo mi propio sueño”, le dijo. “Haznos sentir orgullosos”.
Navegar entre dos culturas
El padre de Pérez es inmigrante mexicano. Su madre es hija de inmigrantes mexicanos y su gran familia extendida se divide entre México y los Estados Unidos.
“Estás viviendo mi propio sueño. Haznos sentir orgullosos”.
La cultura mexicana es menos individualista que la estadounidense, explica Pérez. Se enfatiza mucho más el hecho de hacer lo que es bueno para el grupo. En su familia, eso significa que se espera que cada uno ayude a proveer para el resto. De modo que, tras la secundaria, es tradicional que los jóvenes que estrenan su “edad adulta” obtengan empleo de inmediato. Dejar de vivir con los padres es casi inimaginable. Es lo mismo que abandonar a la familia.
Mientras crecía, Lysandra reconoció la disonancia que había entre su cultura familiar y el enfoque de la comunidad en general hacia el logro individual.
“Tuve muchas experiencias en que mis valores no coincidían con la cultura que me circundaba. Nunca sabía cómo describirlo”, agregó.
Sin embargo, sus padres rompieron la tradición, al menos de una manera: insistieron en que ella y su hermano menor asistieran a la universidad.
“Cuando cursé sociología y psicología, encontré conceptos y teorías que comenzaban a ponerle nombre a lo que yo estaba experimentando”. Así Pérez se dio cuenta de que, esencialmente, había estado viviendo en dos culturas diferentes a la vez. “Eso me resultó fascinante y quise profundizarlo más”.
Introducción a la investigación
Quiso la suerte que, durante el primer semestre de Pérez en la WSU, un representante del Programa de Becarios McNair visitó una de sus clases para explicar la manera en que los estudiantes podían participar en investigaciones patrocinadas por el cuerpo docente. Pérez no lo pensó dos veces.
El Programa de Becarios McNair, que se ofrece en universidades de todo el país, ayuda a estudiantes provenientes de minorías con escasa representación, de bajos ingresos y pertenecientes a la primera generación familiar en la universidad, a encontrar mentores de investigación y prepararse para estudios doctorales en el futuro.
Raymond Herrera, director del programa McNair en la universidad, ayudó a Pérez a ponerse en contacto con Monica Johnson, profesora de sociología en la WSU, quien llegó a ser su mentora. Juntas desarrollaron un plan de investigación.
A través de la lectura y la investigación de antecedentes, Pérez descubrió un índice desarrollado por investigadores sociales que puntualiza la ubicación de las culturas nacionales en un espectro que abarca características del colectivismo al individualismo. La mayor parte del mundo se ubica en el extremo colectivista de la escala, incluso —señala ella— el México de su familia nativa. Los Estados Unidos se caracterizan por la cultura más individualista y hay otros países de habla inglesa, como el Reino Unido y Australia, que redondean ese conjunto.
El índice le proporcionó un medio para encaminarse hacia su objetivo de investigación: identificar los elementos culturales que afectan la manera en que estudiantes latinos de primera generación viven y aprenden en el sistema universitario estadounidense.
Pérez entrevistó a 20 estudiantes de ascendencia latina en la WSU. Les formuló preguntas diseñadas para sonsacar datos sobre sus entornos familiares y el entorno educacional en la WSU. Dedicó varios meses a organizar y analizar los datos.
Los hallazgos aportan una nueva dimensión a su propia experiencia como primera generación de su familia en acceder a la universidad. Dichos hallazgos indicaron que la transición cultural del colectivismo al individualismo constituye una considerable barrera no académica para el éxito en la universidad.
Cuando finalizó el proyecto, Pérez participó en el certamen de investigación para estudiantes de la universidad, una ocasión anual de presentación y competencia para estudiantes de todas las especialidades. Su presentación ganó un Premio Crimson, con el que fue reconocida entre los estudiantes investigadores más destacados de la universidad.
“No sé cuál sería mi situación si no hubiera averiguado que podía investigar con una mentora del cuerpo docente”, explica Pérez. “Sin eso y sin el Programa McNair, mi trayectoria académica ya habría tomado un rumbo totalmente diferente en este momento. Eso fue mi cimiento”.
Los siguientes pasos
Pérez y Johnson están escribiendo una ponencia sobre el estudio a fin de presentarla a una publicación de investigación interdisciplinaria; de esa manera, Pérez tendría el inusual honor de ser becaria publicada durante su formación universitaria.
Pérez se imagina que aplicará los hallazgos de su investigación en programas que ayuden a estudiante provenientes de culturas colectivistas a lograr el éxito en culturas individualistas como las universidades y los lugares de trabajo estadounidenses. Ella desea ayudar a los estudiantes no solo a desarrollar estrategias de aprendizajes más efectivas sino también a que las universidades apliquen métodos de enseñanza más efectivos y forjen mejores relaciones con los estudiantes multiculturales.
Actualmente, en el otoño de 2018, Pérez cursa su quinto año de estudios y está invirtiendo un par de semestres adicionales para concretar una especialidad en sociología a fin de complementar su primera especialidad en psicología. Le encanta la manera en que se complementan ambas especialidades y la ayudan a profundizar en las maneras y razones de la organización social y la conducta humana desde las perspectivas individuales y socioculturales.
Ya está preparando sus solicitudes para programas de posgrado. Su profesora en una reciente experiencia de investigación de verano en la Purdue University la ha invitado a sumarse allí a su equipo.
También se enorgullece en ser mentora de un nuevo cougar: Su hermano menor acaba de ingresar a primer año y vive en la histórica residencia Duncan-Dunn Hall.
A medida que Pérez se abre un nuevo camino, continúa defendiendo la tradición que adoptó de niña: priorizar a su familia. Cuando su hermano llegó al campus, ella lo ayudó a establecerse y se aseguró de que él no tuviera que pasar también por el pánico de esa primera pregunta: “¿Y ahora qué hago?”.