Fotografía de Yoni RodriguezEl 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger explotó a los 73 segundos de su lanzamiento, provocando trágicamente la muerte del físico Ronald E. McNair, el segundo afroamericano en aventurarse en el espacio.

Unos pocos meses después, el Departamento de Educación de los EE. UU. honró al astronauta al fundar el Ronald E. McNair Post-baccalaureate Scholars Program, que ayuda a preparar a estudiantes de primera generación, de bajos ingresos y subrepresentados, para futuros estudios doctorales.

En la Washington State University, los becarios de licenciatura del programa McNair tienen la oportunidad de realizar proyectos de investigación asesorados por el profesorado y participar en otras oportunidades desafiantes.

Para Yoni Rodríguez, un estudiante de último año de licenciatura en bioquímica, el programa McNair desempeña una función clave en impulsar su sueño de proteger a comunidades vulnerables contra los efectos de las toxinas ambientales.

Hijo de inmigrantes mexicanos, Rodríguez nació en Toppenish y comenzó a ayudar a sus padres en las labores del campo a los cinco años. Es el primero de su familia en asistir a la universidad.

Un verano, mientras trabajaba en los huertos para pagar la matrícula, Rodríguez y su compañero de trabajo, que era un mexicano mayor que él, fueron rociados accidentalmente con pesticidas. Aunque el administrador de la granja recomendó tratamiento médico inmediato, se negó a conducirlos al hospital. Al final, Rodríguez condujo y, dos días después, despidieron a su compañero de trabajo que había caído enfermo.

“Fue entonces que me di cuenta de que los inmigrantes en Estados Unidos vivían más que tan solo injusticias xenófobas”, comenta Rodríguez. “También corren el riesgo de presentar enfermedades neurológicas y cánceres debido a su exposición a pesticidas a largo plazo”.

Completó sus estudios en el Yakima Valley College, que incluyeron un proyecto de investigación sobre la anencefalia fetal asociada al agua potable contaminada en la Reserva Indígena de Yakama.

“También hice pruebas en la casa de mi abuela y me molestó descubrir que las concentraciones de plomo eran superiores al límite legal de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), hasta el punto en que el estado debería haber intervenido”, dice Rodríguez. “Y me puse a pensar, ‘¿Qué más no sabemos?’”.

Después de ingresar a WSU, se inscribió en el programa Research Experience for Undergraduates de la National Science Foundation con Von Walden, profesor de ingeniería civil y medioambiental y miembro del Laboratory for Atmospheric Research.

En el laboratorio, Rodríguez estudió los efectos del humo de incendios forestales en la salud y ayudó a diseñar sensores de calidad del aire para el control de la contaminación.

Lo seleccionaron como becario del programa McNair en la primavera de 2019 y le pidió a Walden que fuera su asesor.

“Mi pregunta era, ‘¿Qué estamos haciendo para filtrar el aire para las personas en zonas de bajos ingresos que no pueden pagar un sistema de filtración caro?’”, comenta Rodríguez. “Un sistema de filtración para toda la casa puede costar $12,000 o más. Incluso un buen filtro para una sola habitación puede costar hasta $700”.

Decidió que su proyecto McNair pondría a prueba la eficacia de un sistema sencillo de filtración por ventilador de caja para eliminar los contaminantes peligrosos durante la temporada de incendios forestales.

“Ha sido un placer trabajar con Yoni”, dice Walden. “Es un estudiante muy talentoso y trabajador. Estoy seguro de que el Dr. McNair estaría orgulloso de él”.

Sin embargo, Walden admite que inicialmente no sabía quién era McNair. Se enteró después cuando vio una presentación que detallaba la historia de McNair.

“Me di cuenta de que fue más o menos al mismo tiempo que envié un experimento al espacio como investigador a nivel licenciatura en la Utah State University”, comenta Walden. “Pensé, ‘¡Oh, Dios mío! Creo que estaba en mi transbordador’”.

De hecho, Walden había diseñado un experimento de física que voló en el Challenger el 3 de febrero de 1984, al mismo tiempo que el especialista de misión McNair se encontraba a bordo.

“Puede que incluso haya sido él quien accionara el interruptor de mi experimento”, dice Walden. “Es una extraña coincidencia. Y ahora, como beneficiario directo de que él haya sido un astronauta, estoy asesorando a otros estudiantes de licenciatura en el programa McNair. Es una conexión genial”.

Obtén más información sobre el programa de McNair Scholars.